jueves, 28 de agosto de 2014

DE SOLES Y SIESTAS

Fotografía: Ángel Hernández Segura
DE SOLES Y SIESTAS
Maldita la hora en que yo te quería
y tú no sabías del amor apenas.
Corría por tus venas sangre de chiquilla,
el día era luz, la noche verbena.

No calaron hondo, malditos los besos
de aquellos veranos, las horas de siesta,
todo cuanto hubo sin ser suficiente,
los incumplimientos de nuestras promesas.

Lucían tus caderas tejano ceñido
-no llores ahora, no vale la pena-
en el bolsillo de atrás enfundaba mis dedos,
sonreía la calle a nuestra inocencia.

Mi mano, tus manos, mis labios, tu risa,
-verdad o mentira, maldita torpeza-
mis pasos, tu paso, los soles tan cortos,
queda un alma sola, un alma se aleja.

El agua dragó un cauce muy hondo,
-maldita la lluvia que cayó con fuerza-
arrastró los posos, dispersó los lodos,
cambió los paisajes de nuestra certeza.


Ángel Hernández Segura

2 comentarios:

  1. Muy buena la estrofa final en la que se justifica el contenido del poema.
    Triste, pero impresionante.
    Siempre te diré lo mismo: “¿Para cuándo ese libro?

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  2. comme Marisu
    j'attends de voir ton livre en librairie

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