Fotografía: Ángel Hernández Segura |
Otra vez la niebla anida en mis ojos;
hay torpeza en mis pasos; casi a tientas
mis manos se dirigen a las sombras,
amanece difuso y oscurece más pronto.
La tristeza, el miedo y una extraña inquietud
clavan mis brazos a una cruz acolchada,
echa raíces un nudo en mi vientre
y se alza mi espera a un milagro de luz.
Es incierto el momento en que se abren
tulipanes naranjas y hay brotes tiernos
en la marialuisa que podé este invierno.
Queda tan poco y es ya tan tarde…
Mi brillo se apaga, lo presiente Coco
y aborda mi mesa de un salto.
Fija su mirada tiernamente en mí;
su negro profundo lo interroga todo,
estira su cuerpo y descansa a mi lado,
su pata almohadillada acaricia mi barba,
nuevamente conduce sus horas la vida
a través de un cristal empañado.
Ángel Hernández Segura