martes, 23 de septiembre de 2014

MUJER TÚ

Fotografía: Ángel Hernández Segura

                   MUJER, 

 Veinte océanos les separan sin saberlo.

Prendido sigue algún fuego en el margen

del camino angosto que ellos andan.

Sin embargo es- pese a todo- pilar de su firmeza

la mirada convergente en el norte de sus ojos.

 
Mujer, tú...enredas en el viento tus sentidos,

escondes tras las velas sentimientos

y rugen con las olas ansias desmedidas,

corazones que a deshoras se enamoran

a golpes de timón y madrugadas de brisa.

 
Aparejas tu barco, marinera a destiempo,

curtidas las manos en el quehacer diario

de la casa y de los hijos y apuntas el rumbo

dirá Dios adónde, porque ni tú lo sabes,

careciendo en tu viaje de mapa y sextante.

 
Convertirás el movimiento en escritura suave,

conocerás en tu fatiga compañeros de ruta,

descubrirás que existen maravillas diferentes,

que no es igual el sonido de la lluvia cuando cae

de esas nubes que no son blancas ni grises.

 
Sobre las aguas conversarás con la luna

distinta a cuando asomaba a tu ventana,

sin que nadie ose interrumpir tal instante.

Verás que algunos somos necesaria oscuridad,

obligado contraste de unas pocas estrellas brillantes.

 Ángel Hernández Segura

miércoles, 3 de septiembre de 2014

BAILANDO CON EL VIENTO

Fotografía: Ángel Hernández Segura

BAILANDO CON EL VIENTO

Desde la terraza que siempre nos mostró el mar de las tardes,

-azules y grises difusos se citan en el horizonte-

veo pendientes de teja, chimeneas sin latidos de fuego

y se tiende un campo de barcas tranquilas que aproan el norte.

 
Se sostienen por delgados hilos asidos al agua en su fe,

mástiles desnudos erguidos al viento que tanto conoces,

custodian en larga vigilia la calma de sus esperanzas

y aguardan con ansia que lleguen festivas mañanas de soles.

 
Está oscureciendo, corre su cortina el techo del mundo,

las calles se tuercen, resuenan los pasos, huyen los rincones

al ver que no prenden farolas, banderas de aire y sigilo

preceden aquellas historias que forjan mujeres y hombres.

 
El pueblo se encoge, resulta pequeño a cuanto trasciende,

se cierne orgullosa y penetra lo negro una altiva torre,

se clavan dos picos de luna en lo incierto hiriendo de muerte,

todo se detiene, las horas desangran, las campanas rompen.

 
Ya nada se mueve, ha huido el verano en forzado destierro,

reina el desconsuelo, al canto de agua ya nadie responde,

en medio del caos las naves anhelan una voz de mando,

un dedo hacedor, un nuevo principio de luz y colores.

 
Ángel Hernández Segura