domingo, 20 de julio de 2014

ESTA NOCHE


Fotografía: Ángel Hernández Segura
ESTA NOCHE

Esta noche, no vayas a preguntarme por qué,
me siento apagado, en letargo,
igual que cuando llega cada año
la estación que acarrea el frío
No me preguntes por qué, no sabría hablar,
duermen mis palabras cuando escribo
y corren cuesta abajo como el río
que no encuentra el momento de parar,
corren como corre el niño,
con vocablos incapaz de pronunciar.
Miento si digo que es hambre o es tristeza,
parece aquel temblor que provoca el miedo, 
parece ser la nieve cuando arrecia,
es la lengua que al paladar se pega.
Quedan mis manos, por momentos,
clavadas al borde de la mesa
y viaja mi mirada apenas
sin combustible que pueda transportarla;
es el aire del norte, sin querer me hiela
y no sé ni siquiera si me quedan
letras suficientes para poder cerrar este poema.
Es el viento del norte... y ahora quema.

Ángel Hernández Segura

miércoles, 16 de julio de 2014

RECITA MI PADRE

RECITA MI PADRE
(Veinte poemas de amor. Pablo Neruda)
Citas a Neruda, miras la mujer,
tú también la ves callada y ausente,
lejana y fugaz, es luz que pretende
centrar universos, promete la nieve,
volver a ser libre… y amar otra vez.

(El rayo que no cesa. Miguel Hernández)
Son calles de tierra, vuelves a la escuela,
los rayos no cesan, citas a Miguel,
recuerdas las cabras, la leche, la miel,
un amigo muerto, un réquiem de hiel
y el campo deviene una cárcel de hierba.

 (Romancero gitano. Federico García Lorca)
Poemas de Lorca, paseas por Granada,
y ves la muchacha de dagas herida,
ladrando cien perros -se escapa la vida-
camisas azules, tricornios que brillan,
la noche es oscura, la luna es gitana.

(Canción del pirata. José de Espronceda)
Recita mi padre versos de Espronceda,
en el agua rielan azules y platas,
altivo navega un barco pirata,
su mano se aferra a un mástil de cama,
es tarde de hinojos, la muerte se acerca.

(Es de vidrio la mujer. Miguel de Cervantes)
Qué fácil se rompe, medita Cervantes,
vidrios de palabra, aprieta la sed,
yo te ofrezco agua y algo de comer;
el hambre se fue…  y qué difícil es
tornar en mujer mil fragmentos frágiles.


Ángel Hernández Segura

ENVEJECER ES TAMBIÉN

Fotografía: Ángel Hernández Segura
ENVEJECER ES TAMBIÉN
Ver crecer el fruto de tu duro esfuerzo,
encender un fuego de leña de encina,
mirar a la cara, pasear sin prisas,
sentir en el rostro caricias y besos,

Tener una pluma, y escribir los versos
que las musas susurran y el alma te dicta,
estar a cubierto y asido a manos amigas,
sentarse a la sombra, disponer de tiempo.

Sentirse orgulloso de estar en lo cierto,
ver en la sonrisa de la mujer que mimas
que valió la pena, que es toda tu vida;
ver promesas de agua surcando los cielos.

Ser en la cocina aprendiz y maestro,
que sean festivas todas las citas,
ver como se acerca la hora infinita
y, siendo de todos, ser tu propio dueño.


Ángel Hernández Segura

sábado, 12 de julio de 2014

TUS OJOS


TUS OJOS


Me revelan las ansias de dulzuras,
me descubren las ternuras,
me muestran todas las lunas,
piden que diga tu nombre,
que abra mis labios y entonces,
todo el aire se aprisione.
Dicen tus ojos, mirándome,
que te acune entre mis brazos
que llegue mi tacto rozando
piel de tu espalda y tus pechos.
Esos ojos  ¡ay de mí!
tus ojos, que me dicen tanto,
lo que yo quiero es que, abiertos,
lo que quiero es que, cerrados,
da lo mismo como estén,
lo que yo quiero es besarlos.
¡Ay, de los ojitos lindos!
ojos míos enamorados,
haz que me miren de nuevo
y luego... vuelve a cerrarlos.

Ángel Hernández Segura

TE AMARÉ COMO A NINGUNA


TE AMARÉ COMO A NINGUNA


Hola suspirante mujer,
deje usted su menester
y atienda por caridad
a ese pobre que ná más
quiere un poco de buen vino,
un cachito de tocino,
y, si bien pudiere usted,
una miajita de pan.
El frío arrecia en la puerta
ábrale, no tarde ya.
Transcurrieron tiempo y hambre,
minutos, horas y más,
pero no murió de frío
ni por la falta de pan,
dicen quienes le encontraron
acurrucado en la puerta,
que murió de soledad;
tenía en la mano una pluma
y la cabeza entornada,
pareciese que mirara
allá en el cielo la luna.
Dicen, que no teniendo papel,
quiso escribir en sus dunas
poemas a una mujer,
para que en la luna blanca,
siendo negra su escritura,
todo el mundo lo leyese:
"te amaré como a ninguna".

Ángel Hernández Segura

jueves, 10 de julio de 2014

ENVEJECER (II)


Fotografía: Ángel Hernández Segura

ENVEJECER (II)
Envejecer es tropezar con todo, arrastrar los pies,
agarrar débilmente un bastón y acariciar su puño,
tener en la garganta un nudo y en la boca hiel
de momentos amargos, el pudor al desnudo,
el temor a no recordar lo que hiciste ayer
y el dolor por doler sin querer a los tuyos.

Subir con dificultad al asiento del coche
No saber contar con la nueva moneda,
desconocer el valor de las cosas sin duros,
leer en la prensa todas las esquelas,
ser un torpe sabio al que nadie aprecia,
no poder leer el engaño que lleva la letra pequeña.

Envejecer es no enfilar el ojo de la aguja,
es dejar de lado todo protocolo,
estar todo el día cerca de la estufa,
ver siempre en la tele lo que quieren otros,
olvidar encargos sin tener excusas,
y asumir el riesgo de perderlo todo.

Derramar el vino cuando tiembla el pulso;
envejecer es oír a gritos, caer en la ducha,
no tener certeza de que cinco es lustro,
no estar convencido de si poca o mucha;
cuando es necesario, no tener discurso
y sobrar palabras cuando nadie escucha.

Ángel Hernández Segura

miércoles, 9 de julio de 2014

ENVEJECER

Fotografía : Ángel Hernández Segura
ENVEJECER (I)
Es ver cada día los mismos rostros,
es que haya un lugar al que volver,
es viajar sin descanso al pasado,
es olvidar lo que dolió tanto aquella vez,
es revivir lo que parecía olvidado,
es ver mitigarse el deseo de poseer.

Envejecer es peinar más recuerdos que pelo,
es querer irresistiblemente perdonar,
es dormir menos horas y soñar más tiempo,
es tener por verdad la propia vivida,
es prevenir lo malo, aconsejar lo bueno,
es sufrir soledad y ser cada vez menos.

Es atravesar océanos en barcos de papel,
transformar una casa de barro en piedra,
un terreno agreste en huerta florida,
soportar la helada, la nieve, la niebla,
regalar tu abrigo cuando mata el frio,
es caer de la mano un puñado de tierra,

Es, sentir el orgullo, por unos momentos,
de todo lo hecho, abrir los caminos,
ver crecer los hijos, cuidar a los nietos
tener por amigo a un perro y a un gato,
mirar fijamente un retrato y, sin consuelo,
llorar como lloran los viejos, con callado llanto.

Ángel Hernández Segura

sábado, 5 de julio de 2014

A CABALLO DE MI INFANCIA

A CABALLO DE MI INFANCIA
A lomos de mis seis años, en corcel imaginario
recorría por las mañanas la silueta de los cerros.
Nunca un héroe tan altivo cabalgó entre los tomillos
y descendió a la cañada. Nadie bebió agua tan fría
como aquella que manaba el manantial de mi villa.
El camino de la acequia, la aventura de los campos,
mares de alfalfa ondulante, melocotones, sandías,
habas tiernas, frescos nabos y los frutos de la viña.
Vendía mi madre en la tienda arenques y mantecados,
el azúcar en terrón, el arroz, las naranjas de la reina,
a onzas el chocolate, a celemines el grano.
Rojo el fiel de la balanza posada sobre madera
de un mostrador desgastado; pimientos secos colgados
a ristras en la pared; a calles siempre de blanco
conducían cuatro escalones, el callejón de la escuela,
mi vecina Adoración, la costurera, Rosario.
Hacia nuevas aventuras conducían todas las cuestas
era vigía siempre alerta en atalayas de arcilla.
En la memoria prendida una poesía recitaba,
“La hermana”, dulce soneto, de Don Eduardo Marquina:
 “Verano, agosto: declinaba el día,
pintado el cielo de vapores rojos,
y volvían, pisando los rastrojos,
dos niños —ella y él— a la alquería.

Ella callaba; el chiquitín decía:
—Yo era un soldado, y cuanto ven tus ojos,
no eran parvas de trigo, eran despojos
de una batalla en la que yo vencía.

—Pero, ¿y yo? —Deja, espera: ebrio de gloria,
yo volvía después de la victoria
y a ti, que eras la reina, te llamaba…

—No…, no…; la reina es poca cosa; yo era
—dijo la chiquitina — una enfermera;
¡y tú estabas herido… y te curaba! “

Como guerrero en los versos, campos de batalla y fuego,
mientras imaginaba victorias, oro y reconocimiento,
una voz rompe mi sueño: ¡Angeeeeel!, y repite el eco,
es mi madre que me llama, descabalgo y corro raudo.


Ángel Hernández Segura

viernes, 4 de julio de 2014

SEDIENTA DE LUZ

Fotografía: Ángel Hernández Segura
SEDIENTA DE LUZ
Ocuparé de noche el lado de la cama en que dormías tú,
así, al extender los brazos, no encontrando a nadie,
aceptaré que te fuiste, que eras flor imposible sedienta de luz.

Forzaré la sonrisa, lavaré de mi cara los indicios de llanto;
disipada tu huella de calor en las sábanas; cepillando mis dientes
recordaré aquel beso –hoy por última vez- que pintaste de blanco.

Es la última vez, de hoy en adelante juro no mencionarlo.
Te incluiré en el capítulo de realidades vividas y tiempos finitos;
ya no querré nunca –hoy es la última vez- imaginar tu tacto.

Te pondré, junto a otros tesoros, en el fondo de un viejo baúl;
bogaré hasta mares lejanos de improrrogables naufragios;
hundiré mi barco astillado, rojo donde rosa, negro donde azul,
tú serás por siempre una  flor imposible sedienta de luz.


Ángel Hernández Segura