miércoles, 3 de septiembre de 2014

BAILANDO CON EL VIENTO

Fotografía: Ángel Hernández Segura

BAILANDO CON EL VIENTO

Desde la terraza que siempre nos mostró el mar de las tardes,

-azules y grises difusos se citan en el horizonte-

veo pendientes de teja, chimeneas sin latidos de fuego

y se tiende un campo de barcas tranquilas que aproan el norte.

 
Se sostienen por delgados hilos asidos al agua en su fe,

mástiles desnudos erguidos al viento que tanto conoces,

custodian en larga vigilia la calma de sus esperanzas

y aguardan con ansia que lleguen festivas mañanas de soles.

 
Está oscureciendo, corre su cortina el techo del mundo,

las calles se tuercen, resuenan los pasos, huyen los rincones

al ver que no prenden farolas, banderas de aire y sigilo

preceden aquellas historias que forjan mujeres y hombres.

 
El pueblo se encoge, resulta pequeño a cuanto trasciende,

se cierne orgullosa y penetra lo negro una altiva torre,

se clavan dos picos de luna en lo incierto hiriendo de muerte,

todo se detiene, las horas desangran, las campanas rompen.

 
Ya nada se mueve, ha huido el verano en forzado destierro,

reina el desconsuelo, al canto de agua ya nadie responde,

en medio del caos las naves anhelan una voz de mando,

un dedo hacedor, un nuevo principio de luz y colores.

 
Ángel Hernández Segura

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