Fotografía: Ángel Hernández Segura |
BAILANDO CON EL VIENTO
Desde
la terraza que siempre nos mostró el mar de las tardes,
-azules
y grises difusos se citan en el horizonte-
veo
pendientes de teja, chimeneas sin latidos de fuego
y se
tiende un campo de barcas tranquilas que aproan el norte.
mástiles
desnudos erguidos al viento que tanto conoces,
custodian
en larga vigilia la calma de sus esperanzas
y
aguardan con ansia que lleguen festivas mañanas de soles.
las
calles se tuercen, resuenan los pasos, huyen los rincones
al
ver que no prenden farolas, banderas de aire y sigilo
preceden
aquellas historias que forjan mujeres y hombres.
El
pueblo se encoge, resulta pequeño a cuanto trasciende,
se
cierne orgullosa y penetra lo negro una altiva torre,
se clavan
dos picos de luna en lo incierto hiriendo de muerte,
todo
se detiene, las horas desangran, las campanas rompen.
Ya
nada se mueve, ha huido el verano en forzado destierro,
reina
el desconsuelo, al canto de agua ya nadie responde,
en
medio del caos las naves anhelan una voz de mando,
un
dedo hacedor, un nuevo principio de luz y colores.
Ángel Hernández Segura
Bonito y nostálgico poema al final del verano.
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